miércoles, 12 de octubre de 2011

PARLAMENTARISMO SI, REELECCIÓN INDEFINIDA NO


*Por Horacio Minotti (abogado constitucionalista)
Un sistema parlamentario implicaría un progreso en términos de participación social en los asuntos públicos y desalentaría el formato de crisis institucionales cíclicas que padece la Argentina. Para evitar los abusos bastaría con incluír en una eventual reforma dos cláusulas, una transitoria y una definitiva.
No es un misterio que en estas páginas se ha alentado, profundizado y explicado claramente, las ventajas de un sistema parlamentario por sobre las del presidencialista que hoy impera. Lejos del actual debate coyuntural, el 2 de marzo pasado, se publicó un artículo destacando esa postura (http://cuestionesdederechopolitico.blogspot.com/2011/03/un-sistema-parlamentario-es-un-progreso.html) con lo que huelga repetir lo allí dicho y me remito al mismo.
Sin embargo, hoy el tema se ha sometido al debate público, pero siguiendo un clásico local, bajo la careta de una falsa antinomia, de la conveniencia política de bajo vuelo. El oficialismo lo plantea en momentos en que debería producirse la segunda reelección K y con la esperanza de crear la sensación de que la presidente podría seguir en el poder expirados estos próximos cuatro años, y con el fin de evitar luchas por la sucesión que amenazan con lanzarse el mismo 24 de octubre después del comicio. Es decir, un objetivo político interno que desvirtúa el debate.
La oposición se usa de ello, con el fin de presentarlo ante la sociedad con un reduccionismo alarmante, tachando la eventual reforma de "reelección indefinida", quitando del debate los elementos sustancial que acarrearía una reforma que cambie el sistema de gobierno de presidencialista a parlamentario, de forma tal de aprovecharlo políticamente, pero privando a la sociedad de un debate serio sobre el tema.
Paliar estos inconvenientes si se quisiera, termina resultando sencillo. Como la ley que declara la necesidad de la reforma requiere el voto de los dos tercios de los miembros de ambas cámaras del Congreso, y de ninguna manera el oficialismo puede obtenerlos per se, si realmente se quisiese avanzar en la construcción de un sistema parlamentario, y dado que esa ley debe fijar los puntos a reformar; bastaría con que la oposición condicionara su voto a la existencia de dos cláusulas: una transitoria y otra definitiva.
La transitoria debería prohibir, que durante el primer período de vigencia del nuevo sistema, el presidente con mandato al momento de aprobarse la reforma, pueda ser electo primer ministro (o como sea que se decida llamar a quien encabece el Ejecutivo). Así, sería imposible en este caso, que la presidente pudiese continuar al frente del gobierno, reelecta pero cambiando su denominación.
La definitiva simplemente podría impedir que un primer ministro sea electo para ese cargo por mas de dos períodos consecutivos (como ocurre actualmente con los presidentes), aún cuando su partido tenga mayoría parlamentaria por mas tiempo. Es decir, si en este caso el Frente para la Victoria mantiene el control del Congreso por mas de ocho años y puede formar gobierno, deberá cambiar la persona que ejerza la primera magistratura.
Estos dos sencillos elementos, podrían llevar el debate a un terreno mucho menos "politiquero" y mucho más basado en un la expectativa de un proyecto de país que se acomode a las necesidades de los argentinos e involucrado con un proyecto de desarrollo económico y social.
Está dicho en el artículo arriba citado, no hay país que haya alcanzado altos estándares de desarrollo, con un sistema fuertemente presidencialista, combinado con un un federalismo de baja intensidad, casi simbólico. Es un sistema que solo impera en América Latina y algunos países de Africa.
Dar un debate serio sobre este tema, es esencial para el progreso y la decisión de un cambio estructural que puede ser muy beneficioso para los ciudadanos.

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